sábado, 7 de marzo de 2009

Arte contemporáneo

Si a finales de enero ya admití q Skins se estaba convirtiendo en algo frande, a estas alturas de marzo no puedo hacer otra cosa que no sea alabar a esta magnífica serie.
















Cada plano, cada frase y cada sonido de los capítulos de esta tercera temporada están pensados y repensados para ser algo. La serie, gracias a esto, deja de ser un teenage-drama de los que se ven a las tres de la tarde para convertirse en una muestra de lo que el cine debería estar colectando y una apuesta por lo complicado y por explicar lo complicado.

Además, esta season tiene algo más que las dos antiguas de Skins. Muy lejos de abandonarse a una fama que ya había conseguido tras dos años de éxitos con actores que comienzan a consagrarse (algunos a lo grande... como Dev Patel, protagonista de Slumdog Millionaire, el inolvidable Anwar en Skins), se transmite la sensación de que se pretende alcanzar la perfección del qué y del cómo; no sólo nos presentan a unos personajes más redondos y complicados que los de la primera etapa, sino que se nos muestra muy bien el porqué ellos son así y se insinúa quien tiene la culpa de que sean tan maravillosos o tan defectuosos.

Después de ver el capítulo de esta semana me he quedado sin palabras, la verdad. O quizás con demasiadas.
















El resumen, ante mi dificultad ahora mismo para explicar todo eso que he sentido, es el título de este post y no puede ser otro: Skins es una verdadera obra de arte contemporáneo. Porque refleja la sociedad que pretende reflejar (y tenemos muuucho que aprender de todo lo que nos muestra), porque lo hace cuidando la estética, las palabras y contradicción innata del ser humano, porque han sido capaces de emitir (y clavar) un capítulo dedicado a un genio con música clásica de fondo sintiendo como la audiencia (y me incluyo en este grupo) reza para que esos 48 minutos nunca acaben.